¿Será posible que un niño o una niña logre un adecuado proceso de identificación de sí mismo (a) y de su realidad si los padres y docentes evaden sus preguntas y les ocultan la verdad sobre aquello que, para el momento que viven, es objeto de su mayor curiosidad infantil?
Saber
quién es, cuál es su origen, apropiarse del sentido de su género, entender que
su vida tiene significado porque vino a cumplir una misión, deducir la
importancia de su familia, de su comunidad y de otros entes que le afectan su
comportamiento, es fundamental para el niño y la niña porque les ofrece
motivaciones y les aporta herramientas para enfrentar su quehacer en el mundo
estudiantil, al tiempo que los lleva a encontrarle sentido a lo que hacen.
Lo que
el niño y la niña vivan, construyan y descubran en esta primera experiencia
escolar se convertirá en su carta de presentación personal y en su certificado
de habilidades y destrezas para abrirse paso en la comunidad escolar. Este
mundo nuevo se le presenta al niño y a la niña como una gran posibilidad, pero
también como una amenaza, dependiendo de si se han creado lazos fuertes de
seguridad en la familia y en las bondades que le ofrece el medio escolar,
promocionadas por su primer (a) docente quien debe mostrarle de la forma más
gratificante posible: el significado, la necesidad y la importancia de vivir
esta experiencia y la conveniencia de superarla, aprovechando las habilidades y
destrezas encontradas.
Por lo
anterior, superar la etapa de identificación le exige al educando ir más allá
de saber su nombre y su procedencia y reconocer a su familia. Significa,
además, mostrar a través de su práctica (competencias) los valores que ha
interiorizado en la familia, lo mismo que descubrir los faltantes para que la
institución escolar los complemente y refuerce hasta interiorizarlos, al tiempo
que trabaja por el descubrimiento de potencialidades y talentos a efectos de
que los niños y niñas sepan en forma, por lo menos aproximada, cuál es el
equipaje con el que han sido dotados para vivir la aventura de enfrentarse al
mundo.
Por
todo lo previamente expuesto, es esencial que los padres de familia hayan cumplido
la tarea de inculcarle valores con el buen ejemplo y cultivarle su autoestima (capítulo
1, mensajes a los padres del libro guía) para que el niño o la niña, con
naturalidad y sin temor, pueda superar con éxito esta necesaria e inevitable
etapa de socialización.
Enfrentar
el proceso de nacimiento a esta edad es conveniente porque: primero, hace parte
de su identidad y, segundo, porque corresponde al cierre de la etapa de mayor
curiosidad sexual del niño o niña, que va seguida por una etapa de aparente
calma, por lo que le es vital haber aprendido a identificar desde la más
temprana edad cada parte de su cuerpo con su nombre real.
Nada
más valioso para el niño o la niña que saber quién es, incluyendo sus
emociones, sentimientos y limitaciones y las herramientas con las que cuenta
para prepararse a afrontar la vida.
El reconocimiento y aceptación de las diferencias, entre ellas las propias limitaciones del niño o la niña por parte del grupo familiar y escolar y el simultáneo respeto por las mismas, es lo que le forma la autoestima. Los niños y las niñas no se auto crearon, luego no hay por qué castigarlos, culparlos o rechazarlos por cómo ellos son.
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